El éxito recuperado con su trabajo de 2001 Ten Rounds para alguien como Tracy Byrd, que a estas alturas de su carrera ya había realizado varios movimientos con clara vocación comercial, dejaba claro cuál sería su siguiente paso: si funciona, no lo toques.

Podemos escuchar el eco del single que se convirtiera en número uno en 2001, “Ten Rounds with Jose Cuervo”, a lo largo de buena parte del disco. Ya sea en el festivo primer tema del álbum, “Drinkin’ Bone”, convertido en una nueva loa a las barras de los bares como lugar más alegre del mundo, o en el aire isleño de “How'd I Wind Up in Jamaica”, incidiendo en la obcecación de Nashville en los últimos tiempos de relacionar los sombreros de cowboy con las zapatillas de playa, en la línea que marcó Jimmy Buffet hace años y tratando de subirse al carro de los éxitos de Kenny Chesney y Garth Brooks, entre otros, con canciones similares. Por si fuera poco también nos ofrece como bonus una grabación en concierto de “Ten Rounds with Jose Cuervo” que añade poco al original y, por tanto, poco valor añadido al disco.

La canción que da título al álbum, cantando junto a Andy Griggs, Blake Shelton y Montgomery Gentry, también insiste en la parte ligera y divertida. Y es que la letra de “The Truth About Men” es mejor tomársela a broma... o los hombres lo tendríamos realmente difícil para engañar, perdón, enamorar a una mujer; en la que se pasa lista a un buen montón de estereotipos, con perlas como: “Y aunque es posible que lo hagamos de vez en cuando, / no nos equivocamos, no lo sentimos / y es posible que vuelva a pasar”. También alegre y animada “Baby Put Your Clothes On”, aunque en este caso con un mensaje romántico que, todo sea dicho, no sé quién se va a creer después de enumerar tantas verdades, perdón, infamias sobre los hombres.

Hay un problema con Byrd y es que la ligereza de canciones como las citadas y la aparente facilidad con las que las saca adelante nos haga olvidar lo buen cantante que es. Por suerte en este disco, en la parte tranquila, encontramos buen material que da a Byrd la oportunidad de lucirse. Ya sea cantando con pasión por un amor roto sobre la melodía dominada por el piano en “Somewhere I Wanna Go”, melancólicamente sobre las virtudes de la vida en los pequeños pueblos en “Tiny Town” o, ahora sí, románticamente y con credibilidad en “Making Memories of Us”, firmada por Rodney Crowell.

Aunque consiguiera colocar el single “Drinkin’ Bone” en el Top Ten, las expectativas comerciales no se cumplieron, pues se quedaría como la única entrada realmente destacable y no conseguiría que se tradujera en las ventas esperadas. Así las cosas The Truth About Men queda como el último trabajo de Byrd para una major (RCA)... y es una lástima porque con su contagiosa alegría, recuperando bastante del sonido de sus primeros lanzamientos y sin tanto relleno como sus trabajos precedentes, fue su mejor trabajo de los últimos años.

It Always Will Be es el tercer disco de Willie Nelson para la respetada discográfica Lost Highway y el primero grabado en estudio desde el excelente The Great Divide que databa de cuatro años antes, siempre que no tengamos en cuenta el “oscuro” Tales Out of Luck de 2001. Una vez más muestra a las nuevas generaciones cómo una leyenda consigue seguir haciendo música extraordinaria y sentando cátedra con su trabajo tras prácticamente seis décadas en el negocio.

Como es habitual, también en It Always Will Be, el tío Willie apunta a sus trabajos más clásicos, introduce novedades, roza la excelencia con sus composiciones y hace suyas las de otros, no olvida incluir unas gotas de humor, sin dejar de emocionar cuando se lo propone. Además de invitar a unos cuantos colegas a cantar con él.

Entre los invitados destaca el dúo con Lucinda Williams en el tema de ésta “Overtime” donde la languidez y suavidad de su interpretación conjunta es emocionante. También nos encontramos a Norah Jones, declarada fan de Nelson (al que rendiría tributo bautizando en su honor al grupo con el que lanzaría un disco en 2006 con el nombre the Little Willies), en la relajadamente jazzy “Dreams Come True”. Toby Keith tiene doble papel, por un lado prestando su tema “Tired”, donde escuchar a Willie cantando sobre el hombre que ha dedicado su vida al trabajo, hasta que se cansa de vivir para nada más, resulta devastador, haciendo palidecer por el camino tanto a la propia versión de Keith como a la que grabara Lari White en 1998; y por otro añadiéndose a los coros de la ultravitaminada revisión del tema de los Allman Brothers “Midnight Rider”, convertida en la perfecta excusa para incluir un elemento distorsionador y rockero que rompe el tono del disco. Además en algún sitio tenía que hacerse evidente que el álbum está grabado en Nashville (y no en Texas) con James Stroud como productor (que también lo ha sido de Toby Keith y Tim McGraw). Por último, da la oportunidad a su hija Paula de cantar con él en "Be That As It May". El esfuerzo de ésta parece focalizado en forzar hasta el límite su capacidad vocal, consiguiendo como indeseable resultado que la canción pierda toda naturalidad.

Entre los temas en solitario brillan la tierna balada, evitando caer en el sentimentalismo, “It Always Will Be” que abre el disco y lo da título, apuntando al mejor Willie que convirtió, hace ya bastantes años, “Always on My Mind” en número uno; el pausado y agridulce aroma fronterizo de “Texas”; y, muy especialmente, la conmovedora interpretación del tema de Tom Waits “Picture in a Frame” apoyado en un sobrio arreglo de steel guitar y en el característico sonido de la armónica de Mickey Raphael, tan indefectiblemente unido a Nelson como su voz o el punteo de su vieja guitarra.

Con cada año que pasa y con cada nuevo lanzamiento Willie Nelson no hace más que añadir hitos a una carrera espectacular, It Always Will Be se puede contar entre los mejores discos firmados por Nelson en el nuevo siglo... y eso es mucho cuando un buen disco de Willie Nelson, por defecto, ya goza de un plus respecto a un buen disco de prácticamente cualquier otro intérprete.