La colaboración entre el productor Rick Rubin y Johnny Cash se alargó durante una década hasta apenas tres meses antes del fallecimiento de éste el 12 de septiembre de 2003. El resultado ha sido una serie de brillantes álbumes bajo la etiqueta American Recordings que han servido para hacer crecer todavía más la legendaria figura de Cash y para que su trabajo haya sido descubierto por una nueva generación de aficionados.

Lanzado el 26 de Febrero de 2010 para conmemorar el que habría sido su 78 aniversario, la mayor parte del material de American VI procede de las sesiones, truncadas por su delicado estado de salud, que también dieron lugar a American V: A Hundred Highways editado en 2006 y del que Rubin ya anunció que tendría continuidad. No es de extrañar que American VI mantenga una homogeneidad en el sonido con aquél. Y como aquél que se concentre en poner de manifiesto los sentimientos de Cash ante un final que se preveía próximo. En buena parte de aquellas sesiones ya no estuvo presente June Carter Cash, su mujer, que falleció mientras se llevaban a cabo a causa de complicaciones postoperatorias. Cash convierte la original melancolía por una relación rota de “For the Good Times”, de su amigo Kris Kristofferson, en una canción de amor dedicada a June en la que se rememoran los felices momentos compartidos. No menos remarcables las versiones de “Cool Water” o “Satisfied Mind”, recogiendo otros grandes clásicos de la tradición del Country&Western.

La voz de Cash, con 71 años a sus espaldas y a las puertas de la muerte ha perdido toda su fortaleza, con cada nota convertida en un doloroso esfuerzo. Una fortaleza que sin embargo se mantiene en su espíritu. Cash se aferra a sus convicciones cristianas para enfrentarse al cercano final, puestas de manifiesto con la última canción compuesta por Cash, y la única con su firma que encontramos en este álbum, “I Corinthians 15:55” envuelta en una melodía de Country-Gospel. Con este tema marca el tono general del disco cuando canta “la esperanza brota en el ascenso / Cuando veo a mi redentor haciéndome señas para que me acerque”. No se habla del dolor de la despedida, sino de un final feliz y una partida que es bienvenida y aceptada.

La versión de “Redemption Day”, de Sheryl Crow, sirve a Cash para poner de manifiesto su posicionamiento frente a los conflictos bélicos, y enfrentarlos a su inquebrantable fe. Una idea que tiene su idealista continuación en "Last Night I Had The Strangest Dream" donde un hombre sueña con “El mundo que todos queremos / Poner final a la guerra”. Comprometido con sus ideas hasta el final.

American VI es la estremecedora despedida de un mito. Orgullosa y firme, incluso desafiante como en “Ain’t No Grave” que le da título, pero siempre con el brillo de la esperanza merced a sus profundas convicciones. Como Cash fue durante toda su vida y, como tal, merece nuestro respeto y reverencia. Si las discográficas tuvieran algo de ese respeto no enturbiarían esta despedida con ningún otro lanzamiento con el nombre de Johnny Cash. Rick Rubin recoge el guante habiendo declarado que aquí acaba su trabajo definitivamente. Aunque si el propio hijo de Cash se ha atrevido a editar un infumable disco de remixes con la peregrina excusa de que a su padre le habría gustado, dudo que le dejen descansar en paz.

Pero para todos aquellos que quieran escuchar el adiós definitivo de Johnny Cash en American VI esperad al tema que lo cierra. Haber escogido una canción tradicional hawaiana como “Aloha Oe” para cerrar el último disco del Hombre de Negro puede parecer extraño, aunque se trate de una de las más dulces canciones de despedida jamás escritas... Hasta que se escucha a Cash recordando con emoción los placeres del pasado y decir “hasta que nos volvamos a encontrar”.

Es difícil pensar en una manera mejor de decir adiós, ni a un hombre cantando de una forma tan serena mientras espera un final del que es perfectamente consciente. Emociona hasta el punto de hacer llorar sólo con su recuerdo.

Jumping From 6 to 6 fue el primer trabajo de Big Sandy and his Fly-Rite Boys para una discográfica con distribución nacional en Estados Unidos, Hightone, y sin duda ayudó a difundir su música y a colocarle como una de las figuras más importantes de los sonidos retro que apuntan al fructífero momento histórico, musicalmente hablando, que vio nacer al Rockabilly como estilo.

Encontrar el nombre de Dave Alvin en labores de producción ya es una garantía de buen hacer. Por su parte los Fly-Rite Boys huyen de convertirse en meros versionadores y no se quedan en las habituales fuentes que construyeron el Rockabilly. Esto es Honky Tonk y Jump-Blues, pues añaden una buena dosis de Western Swing a su música para conseguir un estilo propio e inconfundible. La mágica compenetración entre el steel-guitarrista Lee Jeffries y el guitarra solista Ashley Kingman, con la ocasional aportación del fiddler Brantley Kearns, es el eje alrededor del que todo gira. Son buenos ejemplos “Someone Like You” o “Honky Tonk Queen” y, dejando el protagonismo a la banda, el instrumental “Barnyard Beatnik”.

La capacidad vocal de Big Sandy también tiene mucho que ver con la originalidad del grupo. Una voz de las que no se olvidan y difícil de confundir con ninguna otra, capaz de poner toda la carne en el asador, sin perder la elegancia en ningún momento, en “When I Found You”, “Foothill Boogie” o “Juiced”, por citar algunos de los up-tempos que dominan el disco, o de aterciopelarse en “This Heart of Mine”o “This Ain’t a Good Time”. Merece una especial mención la magnífica versión del clásico de Hank Williams “Weary Blues From Waitin’”.

Tras Jumping From 6 to 6 otras bandas contemporáneas se acercaron al sonido que consiguen Big Sandy and his Fly-Rite Boys en este trabajo, pero ellos quedan como los primeros, únicos e inimitables.