Al violinista Mark O'Connor, debemos el que quizá pueda ser considerado como el (hasta ahora) último gran disco instrumental del mainstream que ha conseguido cierta repercusión, gracias a su álbum Heroes, editado por Warner, de 1992. Para este proyecto consigue reunir una impresionante lista de virtuosos del violín, sus héroes personales, sus maestros y sus ídolos, y a los que debe su estilo

Si hay un motivo por el que merece la pena a los aficionados al Country vocal poseer este disco es porque aquí encontramos la continuación de un temazo como "The Devil Went Down to Georgia", de Charlie Daniels (uno de sus héroes), en la que éste colabora, con el evidente título "The Devil Comes Back to Georgia" y en la que además también intervienen Johnny Cash, como narrador de la historia, Marty Stuart como el protagonista que debe superar las tentaciones del diablo y Travis Tritt en el papel del propio demonio. Siendo éste el único corte en el que se incorporan voces junto con los dos temas Cajun, “Diggy Diggy Lo”, en el que a Doug Kershaw, se suman Lionel Cartwright y Clinton Gregory y “Sweet Jole Blon”.

Pero hay mucho más. O’Connor se une a mitos del instrumento asociados a diversos estilos de Country como el Western Swing (con Johnny Gimble en el elegante “Fiddlin’ Around”), el Bluegrass (Byron Berline en el alegre “Gold Rush”, y cuyo autor y leyenda del estilo, Bill Monroe, pone la guinda con su mandolina; y con Kenny Baker en otro tema de Monroe, “Jerusalem’s Ridge”), el Hillbilly-Bues (Vassar Clements en una espectacular lectura del tradicional “House of the Rising Sun”, el tema que popularizaran los Animals, aquí convertido en un oasis de paz y melancolía), no podía faltar el Old Time (con Terry Morris, Texas Shorty y Benny Thomasson en el también tradicional “Sally Johnson”) e incluso el Nashville Sound (con el gran violinista de sesión de los 60/70 Buddy Spicher en “Sadness/Darlin’ Waltz”).

O’Connor incluso va más allá y no se queda en el Country. Los saltos entre estilos y las líneas de unión entre éstos se suceden y se trazan con una facilidad y una calidad abrumadora. Encontraremos Jazz, en temas junto a Jean-Luc Ponty y Stephane Grappelli (una auténtica referencia del violín de Jazz de cuya banda formó parte O’Connor en los 80), violín clásico con Pinchas Zukerman, reputado violinista (para algunos el mejor del mundo) y director de orquesta israelí. Incluso música hindú para cerrar el disco con L.Shankar.

Como Matt Glasser dice en las notas del propio disco “cuando escuchas a Mark tocar el violín, inmediatamente te golpea con su maravillosa maestría en el dominio de las cuatro Tes: Tiempo, Tono, enTonación y Técnica”. Esa maestría se une a la de músicos no menos dotados que él para crear una auténtica obra de arte de lo más ecléctico.

En 2007, con ocasión de la gira que Dolly Parton realizó por Europa, Sony BMG editó una serie de discos clásicos de la inconfundible cantante en formato 2 en 1. Así se unieron para este lanzamiento All I Can Do, de 1976, junto a New Harvest… First Gathering, de 1977.

All I Can Do tiene una especial significación, al tratarse del último disco que produciría para ella el que había sido su mentor desde los albores de su carrera, Porter Wagoner, y consiguiría una nominación al Grammy al mejor álbum.

Dolly aporta su especial sensibilidad y su inconfundible voz a excelentes versiones de temas de Merle Haggard, “Life’s a Poetry” y una muy especialmente destacable interpretación, consiguiendo hacerla completamente suya, de “Boulder to Birmingham” de Emmylou Harris. Los ocho restantes cortes llevan su firma, sumándose a la larga lista de magníficas canciones que debemos a su inspiración, manteniendo un sonido inconfundiblemente Dolly en su faceta más Country, con ese aroma montañés que la define como intérprete. Brillan especialmente, por citar algunas, dado que el disco no flaquea en ningún aspecto, el tema que le da título “All I Can Do” que se convertiría en single y, como el álbum, alcanzaría el tercer puesto en listas, y la animada “I’m a Drifter”.

“The Fire that Keeps You Warm”, pese a ser una declaración de amor tiene un aire Gospel empujado por los coros que acompañan a Dolly. Como “Shattered Image”, ambas fluyen sobre un ritmo rock'n'rollero que parece el primer anuncio del que sería su futuro, abonada al crossover.

A All I Can Do le seguiría New Harvest... First Gathering, editado en 1977, en él no sólo se libera definitivamente de los lazos que la unían a Porter Wagoner, asumiendo las labores de producción en solitario, también es el primero que grabaría parcialmente alejada de Nashville, supone su primera colaboración con el teclista y productor Gregg Perry, con el que coincidiría en los populares lanzamientos Pop que pondría en el mercado poco después y que la convertirían en una gran estrella internacional. La nueva aventura convenció al público pues el disco alcanzó el número uno en listas.

El álbum se abre y se cierra de forma muy similar, con dos canciones que empiezan calmadas, pero crecen en intensidad para acabar con fuerza arrolladora como "Light Of A Clear Blue Morning" (entre las mejores, sino la mejor del disco) y el gospel “There”. Encontramos dos versiones, la primera una muy personal interpretación del popular “My Girl” (the Temptations), aquí bautizada como “My Love” y “Higher and Higher” de Jackie Wilson, ambos grandes clásicos del Rhythm & Blues, y que suponen un paso firme hacia donde evolucionaría el estilo de Parton a partir de este disco.

Entre los temas a destacar la simpática historia de un músico de banjo que nos cuenta en “Applejack”, la romántica “You Are” y la triste "Where Beauty Lives In Memory".

Dos discos clave para Dolly Parton pues suponen el primero de los puntos de inflexión a los que se ha enfrentado a lo largo de su carrera. Aquí empieza a añadir nuevas texturas al sonido tradicional que la había caracterizado hasta el momento, aunque ambos lo mantienen como principal ingrediente, y su interpretación sigue definiendo a ambos discos como indudablemente Country, pero ya empieza a mostrarse la que sería la Dolly Parton de los 80, una artista de un talento incuestionable, reconocible mundialmente más allá del estilo de su música.