Gary Allan - Alright Guy (2001)
En su cuarto trabajo (segundo para MCA, tras el magnífico Smoke Rings in the Dark) Gary Allan reafirma una personalidad de hombre muy hombre con sentimientos que le identifica y le diferencia de las inacabables listas de artistas de rasgos desdibujados, por no decir clonados. Algo que el mercado empezaba a aceptar, tras el éxito de Smoke Rings in the Dark, y que se pone de manifiesto en los dos singles de más éxito de Alright Guy: el medio tiempo y primer número uno de su carrera “Man to Man”, en la se encara con el hombre que compartió vida con su actual pareja que, con su comportamiento, fue el único culpable de que ella le dejara y al que asegura que no la volverá a ver porque ahora tiene lo que necesita (que por supuesto le da él en persona), y la romántica balada de densa producción, con tanto eco que le acaba robando frescura, “The One”, que alcanzaría el tres, con la que pretende tranquilizar a la mujer amada dándole el tiempo que necesite hasta que se convenza de que él es “el definitivo”.
Una personalidad que no tiene problemas en sacar a relucir una vez tras otra, incorporando algún giro, como el que sea el amor de la chica (aunque el protagonista de la canción sea un veterano del ejército) lo que vaya a convertirle finalmente en hombre en la tan pretendidamente orgullosa como insustancial “Man of Me”, primer single del disco, que se quedaría en el puesto dieciocho en listas, con poco que deber al Country salvo el twang en la voz en Allan y algún tímido acorde de fiddle y/o steel perdido entre golpe y golpe a la batería, ¿qué habrá hecho la pobre para que la peguen así?
Sorprende como solvente crooner en la balada “Adobe Walls”, con una interpretación tan relajada como sensual, y a la que el añadido de un clarinete le aporta un toque muy especial. No pierde del todo el contacto con el Country de corte neotradicionalista con el que arrancó su carrera merced a temas como el animado neo-Honky Tonk, aunque lo sobrecargue de capas de producción, “What’s on My Mind” o la alegre “I Don’t Look Back”. Lucha contra la tentación en “The Devil’s Candy” donde el protagonismo instrumental sí recae sobre fiddle y steel, aunque de nuevo una batería demasiado evidente apague su rabia y sus lágrimas. Afortunadamente en la calmada versión del que fuera número uno para Earl Thomas Conley “What I’d Say” los instrumentos tienen el espacio suficiente para explayarse, entre los mejores cortes del disco junto a “Adobe Walls”.
Aunque nacido en California siempre he pensado que a Allan le va más la escena texana que Nashville. Una idea que se confirma al encontrarle versionando temas de dos de los más respetados autores texanos como la divertida y subida de tono “Alright Guy” de Todd Snider, con el característico regusto áspero del Estado de la Estrella Solitaria, y cerrando el disco con “What Would Willie Do” de Bruce Robison, convertido casi en una plegaria a Willie Nelson pues la solución a cualquier problema es encontrar respuesta a la pregunta ¿Qué haría Willie?
A medida que suma millas al camino Gary Allan va añadiendo nuevas texturas a su música que quizá le alejen del corazón de la música Country, aunque lo cierto es que lo hacen casi tanto como de la línea marcada por el mainstream dominante en Nashville.