Dave Cox - Greatest Misses (2008)

Con este disco Dave Cox pone a nuestra disposición veintiséis de las canciones que han salido de su pluma desde que se integrara en la escena underground de Nashville, algunas de las cuales ya habían aparecido en anteriores discos suyos.

Acompañado de un puñado de músicos que han colaborado con nombres de primera línea, nos presenta un trabajo ideal para aquellos que se preguntan dónde fueron los sonidos tradicionales del Country… la respuesta es que están aquí mismo.

El tono general no deja de recordar a BR549, tanto como éstos sonaban a los mitos que definieron el Honky Tonk. Unos BR549 que, como el propio Cox, también fueran habituales ocupantes del escenario del legendario Robert’s Western World en Nashville. Incluso Chuck Mead, su voz solista, hace acto de presencia en cuatro de los cortes del disco que nos ocupa. Un trabajo heredero directo de los Hank Williams, Webb Pierce o Lefty Frizzell, sólo que sin necesidad de incluir ninguna versión.

En definitiva una soberbia colección de pelotazos de primigenio Honky Tonk, con algún ocasional apunte de Rockabilly, y donde la steel-guitar domina a todos los demás instrumentos. Aderezados con buen humor, sólo hay que leer los títulos de “My Neighbor’s Ass”, “Welcome to the Zoo” o “Fun-Eral” y regados con alcohol a raudales: “Alcohol of Fame”, “When Yer Sober”, “Another Drink of Courage”, “Airport Bar”… También hay momentos tranquilos como las baladas “Act Like You Love Me” o “I Don’t Cry Anymore”, aunque sean historias de corazones rotos (poca sensiblería facilona encontraremos en estas canciones), e incluso para que el yodel se deje escuchar en “Please Don’t Shoot Me” (corto y con brusco final sorpresa) o “It’s Hard to Sing the Blues”.

Para amantes de los sonidos retro, quizá el único pero esté en la voz de Cox, a la que le falta un trecho para colocarse a la altura de las referencias citadas. De todas formas, para los que se sienten atraídos por aquellos tiempos, también tiene un guiño a los enamorados del vinilo, pues tanto el packaging como el propio CD (grabado sobre un disco de un negro absoluto. en vez del habitual) evocan a los añorados LPs.