Mandy Barnett - I’ve Got a Right to Cry (1999)

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Mandy Barnett - I’ve Got a Right to Cry (1999) - 4.0 out of 5 based on 4 votes

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Es una realidad que se ha repetido a lo largo de la historia que cuando una gran estrella de la música muere en el punto álgido de su popularidad y antes de lo que le tocaría acaba convertida en mito... y entonces empieza el debate de quién ocupará el trono vacante. Si alguien merece llamarse heredera del legado de Patsy Cline esa es Mandy Barnett, y han pasado ya muchos años desde que Cline nos dejara en 1963 a los 30 años de edad. Convertida en la dominadora de las listas de Country y habiendo conseguido ampliar su éxito hasta las generales convirtiendo en standards canciones como “Crazy” o “I Fall to Pieces”.

La evidente intención de Mandy Barnett en su segundo trabajo era sumergirse completamente en el estilo que Cline llevó a su máxima expresión, para lo que como productor escogió a Owen Bradley, el mismo que merced a sus sesiones con la propia Cline definió las bases del primigenio Countrypolitan: una steel guitar dominante, acompañada por secciones de cuerdas y coros que arropan a una voz solista capaz de transmitir los incendiarios sentimientos de unas canciones que oscilan entre el romanticismo y el lamento por el amor perdido. Las aptitudes vocales de Barnett cumplen más que sobradamente en la tarea. No es una casualidad, ni la inspiración del momento, puesto que a los dieciocho años, en 1994, ya protagonizó en Nashville el musical Always… Patsy Cline.

Tristemente Owen Bradley falleció antes de ver acabado el proyecto, pero no antes de completar su trabajo en cuatro de los cortes “I’ve Got a Right to Cry”, “The Wispering Wing (Blowns on By)”, “Mistakes” y “Don’t Forget to Cry”. Mandy tiene el detalle de dedicar el álbum a su memoria y, para acabarlo, contar para producir el resto de cortes con el hermano del propio Owen, Harold Bradley (otra legendaria figura clave en la construcción de los cimientos de Nashville como capital de la música Country) y al hijo de éste, Bobby. Mientras estas cuatro canciones son perfectos ejemplos del sonido que Bradley ideó, en el resto las florituras que eran la firma de Bradley tienden a aligerarse.

Se mezclan originales con versiones. Como el Honky Tonk “Trademark”, el tema de Porter Wagoner que Carl Smith llevó al número dos en 1952. O el que fuera éxito para Don Gibson (y Tom Jones en Gran Bretaña) “Funny, Familiar, Forgotten Feelings” que apunta a los discos de Conway Twitty en los setenta; si con esta canción no sientes como se te deshace el corazón quizá deberías plantearte una visita al cardiólogo porque tiene pinta de que algo no funciona bien ahí. Por otro lado encontramos la saltarina “Falling, Falling, Falling”, el trotón ritmo de “I’m Gonna Change Everything” y no faltan coqueteos con el Jazz en “Who (Who Will It Be)” tal y como ya eran habituales en los años en que el Nashville Sound vivió su máximo esplendor.

Evidentemente que Mandy Barnett, y específicamente I’ve Got a Right to Cry aunque fuera editado por una discográfica importante como Sire, encontraran un hueco en las parrillas de los programadores de radio era un sueño imposible. Pero que el álbum no apareciera en los puestos de honor de las listas comerciales no le resta ni un ápice de su valor ni de su calidad.

Absolutamente recomendable.

 

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